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Colombia es un país de emprendimiento, así lo confirman recientes estudios globales y nacionales sobre el tema.

Un informe publicado en la revista dinero indica que un volumen muy importante de personas están dispuestas a sacrificar su tiempo para trabajar en una idea de negocio, teniendo muchas de ellas recursos para hacerlo.

Además, son conscientes de la posibilidad de fracasar, pero al mismo tiempo piensan de forma positiva que la situación del país es estable para emprender.

También contestaron mayoritariamente que consideran las regulaciones colombianas para el emprendimiento son fáciles de seguir y que los impuestos son un factor manejable.

Sin embargo, la experiencia de quienes somos consultores y estamos cerca de los emprendimientos, vemos una realidad diferente.

Esto porque especialmente observamos dificultades en la formalización de sus negocios y la relevancia del conocimiento contable, tributario y administrativo.

El empresario, más que el recurso económico, también debe tener conocimiento en obligaciones contables, administrativas y tributarias que, aunque pueden ser delegadas, son temas fundamentales para la toma de decisiones.

Es decir, el conocimiento es necesario para ver su negocio integralmente y pueda relacionarse con clientes, el sector financiero, la autoridad fiscal y sus proveedores.

¿Vale la pena formalizar un emprendimiento?

Las empresas en Colombia están clasificadas actualmente en micro, pequeñas, medianas y grandes empresas.

Una microempresa es hoy aquella que posee una planta de personal no superior a diez trabajadores o posee activos totales por valor inferior a 500 SMMLV ($414.058.000 del 2019) o tiene ingresos brutos anuales inferiores a 6.000 SMMLV ($4.968.696.000).

Recientemente se expidió, por parte del MINCIT, el Decreto 957 del 5 de junio de 2019, mediante el cual se dictaron nuevos criterios de clasificación empresarial.

Según los cuales es una microempresa aquella que cuyos ingresos anuales ordinarios son inferiores a 23.563 UVT ($807.504.000 del 2019) en sector industrial, 32.988 UVT ($1.130.498.760 del 2019) en sector servicios; y, 44.769 UVT ($1.534.233.630 DEL 2019).

Las recientes normas de la reforma tributaria hacen aconsejable que las personas que ejercen profesiones liberales o sean prestadores de servicios o los pequeños emprendedores a los que me vengo refiriendo, lleven contabilidad, como estrategia para mejorar la calidad de su información y para que sea el soporte idóneo para fines tributarios.

A partir de las normas actuales relativas a la información financiera (NIIF o NIF)  permiten que los empresarios clasificados en este grupo lleven una contabilidad simplificada.

Esto gracias a que solo se aplican conceptos y normas más sencillas que el resto de los obligados a declarar ante la DIAN. Confecámaras informó que en 2017 el 99.4% de las nuevas unidades productivas fueron de microempresarios.

La pregunta entonces es muy sencilla: ¿cómo estamos aprovechando las normas contables y tributarias para facilitar la vida de los microempresarios? Compete al gremio contable y a los consultores liderar una verdadera revolución en la cultura del manejo de la información y el emprendimiento.

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Redacción por Álvaro Merchán, consultor tributario y contable.

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