No hay que esperar a que todo se derrumbe para actuar. La vida, en su sabiduría silenciosa, siempre manda señales. No lo hace con gritos, ni con catástrofes (al principio). Lo hace con luces naranja. Pequeñas alertas que, si sabes leerlas, te dan tiempo de prepararte. De crear un plan B. De evitar el golpe. Pero si las ignoras… La vida no duda en pasarte la cuenta.
Te excluyen de reuniones. Ya no te preguntan tu opinión. Tu jefe cambió el tono. Te piden todo por escrito, como si estuvieran armando un archivo. Nadie te lo confirma, pero tú lo sabes: algo está cambiando. Y si esperas una notificación formal para actuar, puede ser muy tarde.
Conversaciones vacías. Cero planes a futuro. Pequeñas críticas constantes. Sensación de distancia emocional. No es que haya una gran pelea. Es que todo se enfría lentamente. Y el peor error es pensar que eso se va a arreglar solo.
FÍJATE DE DONDE VIENE EL HUMO
Llevas meses —o años— en algo que está por salir… pero nunca sale. Siempre falta un detalle, una firma, una aprobación. Y mientras tanto, tú sigues invirtiendo tiempo, dinero y energía. A veces hay que saber decir “hasta aquí” y abrir otra puerta. O, al menos, tener un plan B si esa puerta nunca se abre.
En un socio, un amigo, un jefe o una pareja. Pequeñas mentiras, evasivas, contradicciones. Y una sensación en el pecho de que ya no puedes contar del todo con esa persona. La confianza no siempre explota, a veces se desgasta. Y cuando eso pasa, lo mejor es tener listo un nuevo rumbo.
Te levantas sin ganas. Haces lo justo. Ya no sueñas con crecer. Ya no te importa si funciona o no. Y eso, aunque no se note por fuera, es una luz naranja interna. Porque no hay nada más grave que perder el motor por dentro.
Cuando llegas tarde los asientos estarán ocupados
Cuando algo te dice que las cosas ya no están bien, aunque nadie más lo diga. Cuando tu intuición levanta la ceja. Cuando la realidad deja de avanzar y tú te quedas esperando. Cuando el desgaste supera al entusiasmo. No es traicionar el presente. Es proteger tu futuro. En Q·enta creemos que tener un plan B no es ser negativo. Es ser inteligente. Y si el plan A falla, que no te tome por sorpresa. Porque quien tiene un plan B, tiene el poder de decidir… no solo de reaccionar.