En los últimos años, ha surgido un fenómeno que está transformando la estructura económica y social del mundo: los DINKIS —Double Income, No Kids, o en español, doble ingreso y no hijos. Parejas jóvenes, casi siempre profesionales, que deciden no tener hijos para disfrutar plenamente de su vida, sus viajes, sus logros y su libertad. En Colombia, esta tendencia ya no es excepción: es una realidad que crece con fuerza. Y aunque cada pareja tiene derecho a decidir su camino, el impacto colectivo de esta decisión es enorme. Una sociedad que deja de tener hijos envejece, pierde fuerza laboral, y termina sosteniéndose sobre una población adulta que consume más de lo que produce.
EFECTO DEL VACÍO AL NO DEJAR DECENDENCIA, ES QUE TE DESAPARECISTE
Dos ingresos y ningún gasto en hijos significa viajes, restaurantes, tecnología, comodidad. Es la vida que muchos soñaron: sin límites, sin responsabilidades que los aten. Los DINKIS disfrutan hoy lo que generaciones anteriores no podían, pero su decisión también cambia el rumbo de la economía y de la familia como institución.
generacional El gran riesgo está en el largo plazo. Cada vez hay menos jóvenes y más adultos mayores. Eso significa menos trabajadores, menos innovación y más pensiones que pagar. Los países con poblaciones envejecidas ya viven lo que Colombia empieza a sentir: el peso de una economía sin energía nueva que la sostenga.
Vivir bien hoy no siempre garantiza vivir bien mañana. Cuando una sociedad entera elige el placer inmediato sobre la continuidad, las consecuencias llegan en forma de escasez de talento, déficit fiscal y soledad. La vida sin hijos puede parecer más sencilla, pero a nivel colectivo, crea vacíos difíciles de llenar.

El fenómeno es claro: crecen las ventas de comida y servicios para mascotas mientras bajan las matrículas escolares. Los animales se convirtieron en la compañía emocional de una generación que no encontró satisfacción en formar familia. No hay nada malo en amar a las mascotas, pero no pueden reemplazar el papel que cumple una nueva generación en la sociedad.
Detrás del fenómeno DINKIS también hay una realidad económica: la incertidumbre. Muchos no tienen hijos no por egoísmo, sino por miedo. Si el país ofreciera estabilidad, seguridad, oportunidades reales y educación de calidad, más personas apostarían por traer hijos al mundo. La falta de confianza en el futuro es, quizás, la raíz más profunda del problema.
Conclusión
El fenómeno DINKIS no es un capricho, es un reflejo. Muestra una sociedad cansada, escéptica y en busca de bienestar personal, pero también evidencia un país que no ofrece suficiente esperanza colectiva. Si queremos un futuro sostenible, debemos volver a creer en la vida, en la familia, en la posibilidad de construir algo que trascienda. Porque una economía no se sostiene solo con consumo: se sostiene con nuevas generaciones que sueñan, trabajan y producen.